MASA MADRE: FERMENTACIÓN NATURAL

Si has tenido la oportunidad de degustar un pan con miga elástica y resistente, alveolos grandes y discontinuos, ligero sabor ácido, de gran volumen y muy crocante, probablemente estés probando un pan elaborado con Masa Madre.

La masa madre es fundamentalmente una mezcla de harina de cereal, agua, levaduras y bacterias, sin el agregado de ningún tipo de levadura. Hoy en día, es un ingrediente más del proceso de panificación cuya función es potenciar las características de sabor y aroma en el pan. En función de la cantidad y calidad de las levaduras que incorpore la masa madre de forma natural, puede también afectar a la textura, esponjosidad y características físicas del pan.

PREPARACIÓN DE  MASA MADRE.-

La preparación de una masa madre se suele realizar amasando harina, agua y/o una porción de masa de una hornada anterior. Después de 24 hrs., esta masa resultante se vuelve a amasar de forma idónea con las mismas proporciones de agua y harina. Se debe manejar una temperatura de 20-22°C o temperatura ambiente y el tiempo de reposo es de 24 hrs y se la puede refrescar de la misma forma por 5 días más. La masa así obtenida, fermentada adecuadamente, se utiliza para elaborar pan o «se refresca», amasándola nuevamente hasta su posterior utilización. Durante este tiempo tienen lugar fenómenos de fermentación (formación de anhídrido carbónico, alcohol, ácidos orgánicos, aldehídos y cetonas) y fenómenos de reproducción de microorganismos, sobre todo levaduras y bacterias ácido-lácticas. La presencia de estos dos ácidos en una proporción de láctico/acético de 3:1 provoca una mayor duración y frescura del pan y una acción inhibidora del desarrollo de mohos y del Bacillus mesentirucus (responsable del ahilamiento del pan).

En la elaboración del pan, podemos encontrarnos con dos tipos de fermentación:

La levadura y la masa madre participan en el desarrollo de los aromas del pan a través de sus actividades como micro-organismos de la masa: generan compuestos aromáticos y subproductos de la fermentación, segregando enzimas y ácidos orgánicos que cambian la matriz proteica de la masa y acidifican el medio. Todo ello mejora el aroma, el sabor, la textura, la conservación, el perfil nutricional.

La levadura aportará al pan volumen, ligereza y greñado. La acidez hace bajar el pH y favorece la conservación de los panes por su efecto anti moho. También ralentiza la retrogradación del almidón, retardando así el envejecimiento de los panes

Por todo esto, la levadura y la masa madre son sinérgicas, no son opuestas o competidoras. Juntas, permiten regular mejor la fermentación de la levadura y obtener una identidad aromática específica.

Una masa madre puede contener diferentes tipos de bacterias, según dónde se vaya a usar, para obtener distintos perfiles aromáticos:

CÓMO CONSERVAR Y ALIMENTAR LA MASA MADRE

SE DEBE DESECHAR LA MASA MADRE SI PRESENTA ÉSTOS CAMBIOS:

La elaboración de masa Madre es todo un arte y conlleva un tiempo largo para obtener sus exquisitos beneficios. Debido éste tiempo, es que Investigadores realizaron exhaustivos estudios de la microflora que engloba su fermentación; ya sea de tipo Homofermentativas o heterofermentativa llegando a replicar lo mismo con Harinas Fermentadas en polvo o masas madres deshidratadas.

VIDA ÚTIL DEL PAN

Desperdiciamos un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial. Esta pérdida tiene lugar a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción primaria y la industria a la distribución y los consumidores.

Los productos desechados no solo suponen un gasto económico, sino también de recursos, suelo, energía, productos químicos y materiales necesarios a lo largo de la cadena. Suponen, por tanto, un gran impacto medioambiental. Es necesario que la población se concientice de este hecho y contribuya a minimizar el desperdicio alimentario. Aunque muchos consumidores podamos permitírnoslo, el planeta no puede.

Tras las frutas y verduras, el pan es el principal producto desperdiciado. Un correcto manejo de los desperdicios del pan es la medida que más podría reducir el incremento de gases de efecto invernadero. Estas pérdidas se reparten de igual medida entre la industria, la distribución y los consumidores. Para reducir su desperdicio, lo primero que debemos saber es por qué se estropea y cómo podemos conservarlo mejor, a fin de tener que desechar menos producto.

En España los más consumidos son aquellos con fórmulas sencillas (harina, agua, sal, levadura y poco más), que se caracterizan por tener una miga blanda y una corteza seca y crujiente. Hablamos de las barras, hogazas, candeales y chapatas. En Bolivia el consumo de pan son la marraqueta, pan dulce, pan sarnita, pan francés, pan baguette.

Estos panes se estropean rápidamente, en algunos casos no aguantan ni 24 horas en condiciones óptimas. No suelen sufrir enmohecimiento ni deterioro microbiano, ya que se echan a perder antes de que esto pueda ocurrir. El principal motivo de su caducidad es el cambio en la textura. En primer lugar se produce una migración de humedad de la miga hacia la corteza y, posteriormente, de la corteza al ambiente. Como resultado, el pan se seca y se endurece.

Si evitamos que la humedad escape al exterior, ya sea al guardarlo en una bolsa de plástico o porque la atmósfera es muy húmeda, la humedad que pierde la miga se queda en la corteza y esta queda correosa. Por tanto, el primer consejo para guardar el pan es hacerlo en un ambiente seco, en una panera o bolsa de materiales permeables, como el papel y la tela. Si lo guardamos en bolsas de plástico puede permanecer más tiempo blando, pero con la corteza correosa.

También hay que tener en cuenta que los panes de mayor tamaño y formas redondeadas, como las hogazas, tardan más en secarse porque tienen menor superficie de intercambio, por lo que se deterioran más lentamente. Por el contrario, los panecillos se endurecen más rápidamente.

Además del intercambio de humedad hay que tener en cuenta que el almidón que forma la miga sufre modificaciones que también contribuyen al endurecimiento del pan. Estas reacciones se conocen como retrogradación y se producen de manera progresiva tras el horneado.

En resumen, el pan tipo barra debe conservarse en un ambiente seco, en depósitos o envases que permitan el intercambio con el exterior, y evitando zonas excesivamente frías. Y siempre se conservarán durante más tiempo los panes de mayor tamaño y formas redondeadas, y aquellos elaborados con masas madre y largas fermentaciones.

En los últimos años ha crecido el consumo de panes secos, como las tostadas. Uno de los motivos de este crecimiento es su elevada vida útil, ya que no se enmohecen, por tener un bajo contenido de humedad, ni hay cambios importantes en su textura con el tiempo. Por eso se pueden guardar durante largos periodos de tiempo y siempre están listos para comer.

Sin embargo, estos panes pueden humedecerse si la humedad ambiente es elevada. Para evitarlo solo debemos guardarlos en bolsas de un material hermético cerradas. De esta forma evitamos que el pan absorba humedad y se ablande. Si tu empleas estos cuidados a la hora de conservarlos especialmente podrás disfrutar  del pancito en tu mesa por más.